Capítulo 5 de NOVELA VOYEUR: Sesión genital



–En vista de lo heavy que resultó la sesión previa y que no arrojó avances cuantitativos, someto a la consideración del colectivo las siguientes sugerencias. Primero: el desnudo, en las sesiones, es opcional. Trece individuos a favor. ¡Aprobado!  Segundo: aun cuando las sesiones tienen carácter de elaboración intelectual, se permitirá el consumo moderado de alcohol y cigarrillos, sin ningún otro tipo de sustancias inspiradoras, incluido el “maxthov” que, gracias a la tenacidad de Ambar, hemos logrado clonar y que estrenaremos en nuestro próximo ritual. Aprobado por quince votos. ¡Qué viva la diversidad de opiniones y la posibilidad de expresarlas! Irina, ¿tomas la palabra?

––Vamos a tomarnos un trago primero y brindar por nosotros los zoaks.

––¡Salud, pues, que el placer nos acompañe!

––¿Ya estamos entonaditos con el primero? Arranco sin más. Creo que debemos separar claramente el contexto intelectual de las sesiones del disfrute de los rituales.  ¿Estamos de acuerdo?  Bravo, prosigo. Quiero informar entonces que el equipo ad-honorem de etnomusicología ha avanzado que jode en la decodificación de las partituras y que es muy posible que durante el segundo ritual podamos disfrutar orgiásticamente con las genuinas melodías o atonalidades o lo que sea que interpretaban nuestros ancestros tutoriales.

––Yo pienso que la réplica de las túnicas nos ayudarían a meternos más en la piel de los zoaks y que deberíamos esforzarnos para estrenarlas el próximo ritual.

–Con las ganas que nos tenemos, ¡no nos van a durar puestas!

––Sí, yo sé, pero forma parte del carácter ceremonial que debemos ir aumentando...

––Ojo, sin que nada se convierta en una camisa de fuerza. Yo no sé si te has dado cuenta, Géminis, pero ya van dos veces que mencionas la palabra deber o debemos, como sea...

––Sí, pero,,,

––Frénate un poquito y déjame terminar.

––Termina, Nacho, pero adentro.

––Espérate al ritual. Estoy consciente de que el rigor, mientras no sea mortis, nos sirve en estas sesiones, porque todavía nos falta muchísimo por discutir y aprobar, pero no podemos dejar de lado el léxico, que nos condiciona, para aproximarnos cada vez más a la esencia no filosófica, pero sí conceptual de los zoaks.

––Coño, Nacho, al fin concertamos. Irina, todos, mucho más importante y prioritario que la música o las túnicas, que son puramente elementos formales, o sea, apenas la exteriorización de una vaina fundamental que es el cuerpo de creencias, debemos sentarnos a trabajar en el códice. ¡Ya va, carajo, ya va! Y yo soy la primera que aprecio y agradezco poder admirar nuestros soberbios cuerpos desnudos, hidratarme con un par de buenos tragos y estacionarme en la gozadera, pero les propongo tragarnos el deseo en las sesiones y echarle bolas, con humor, con nuestras ocurrencias y con todo a desgranar el códice y decidir esto sí, esto podría ser, esto lo derivamos hacia aquello y lo demás. Porque lo otro es decidir, también, que vamos a reventarnos cogiéndonos, tomando y fumando ahora, para hacer catarsis, pasarla de pinga, aunque no estaba previsto y la próxima sesión avanzamos que jode con el cuerpo domesticado. Ustedes dirán.

––Yo creo que al códice no hay que cambiarle nada.

––Lo acepto, esa es tu opinión. La oímos, la discutimos y tomamos decisiones, pero esa opinión tuya la has concretado tú solita, leyendo por tu cuenta el códice, sin pensar en voz alta para escucharte a ti misma y escucharnos. Es posible, Irina, y te lo digo porque no creo que tú seas dogmática, que modifiques tu opinión o la suavices o la extremes y se produzca un cisma entre zoaks del tercer milenio y zoaks imperturbables, pero, mi amiga, esa discusión hace falta.

––Yo discuto todo lo que quieran, vestido, sin tragos, tomando café, pero mi libido no soporta más dilaciones. Héctor, tú que eres el zoak fundador y hoy maestro de ceremonias, somete a votación mi propuesta.

––¿Votos a favor de aplazar la sesión de trabajo para la próxima semana y escuchar ahora y aquí las apetencias de nuestro cuerpo finito y temerario? Nueve a favor, siete en contra. Me parece justo que quienes se oponen puedan abandonar el recinto a voluntad o quedarse con el objetivo único de participar, de dar y recibir, ya que aquí no tienen lugar ni razón de ser los convidados de piedra.

Parafraseando al crudo de Cioran, quien era un putañero del carajo, se me ocurre que “el bar abierto opera prodigios”.

Muy a mi pesar, Irina, Fedra y Violeta se marchan, mis tres “deseadas” que me dejan por hoy con las ganas.

A los diez minutos o menos nadie porta indumentaria. Y miren que yo soy de los que creo que la ropa es un arma de alto calibre que, más que esconder, sirve para realzar, por ejemplo, los culos de los cuales no soy obseso.

Para qué quejarnos de las ausencias. Ambar se disculpa por tener la menstruación y menciona su necesidad impostergable de tener sexo. Antón se hace cargo bajo la mesa de la sala de conferencias. Así, si se llega a ensuciar algo, será la alfombra color vino tinto que fue escogida por su discrecionalidad ante las manchas.

Quedan Ximena (a quien descarto por repetitiva); Patricia (demasiado urgida para mi gusto, excesiva, además, en sus gemidos forzados); Géminis (con quien zodiacalmente soy incompatible o eso dice mi carta astral) y Zoe, última letra del alfabeto y objeto adusto de mi erección.

Enzo se me adelanta y acomete, sobre la mesa, su vulva púrpura abierta en flor. Zoe culea entusiasta sin que el coleado tenga que moverse. Es una visión reveladora, sobretodo a través de mi vaso vacío de ginebra. Voy a por más.

Ximena, fumando, se encuentra conmigo en la barra. Renuevo su cuba libre light. Espectadores de primera línea,  jugamos a calificar los performances en una escala del uno al cinco. Por lo pronto, Enzo: 1; Zoe: 1,3.

Patricia se atornilla a Nacho en mi silla presidencial. Su rostro desaparece entre los senos de ella. Cuatro piernas en pugna, dos taloneando sobre el tapete, movilizan el asiento rotativo en movimientos de traslación al óvalo de la mesa. Paredes siderales escenifican meteoritos que los rebotan. Soyuz 13 de propulsión pedestre con sexonautas  de gravedad imantada. Un rotundo 2 para ambos.

Rubén reaparece desde abajo de la mesa –¡lo sabíamos!– con un lipstick de sangre. Ximena descalifica a esta pareja en el acto.

Vicente y Géminis se coronan ganadores con 3 puntos cada uno. Ella lo cabalga dándole la espalda. Gira ciento ochenta grados sin abandonar su presa viril, desplazándose sobre la punta de sus pies. Su flexibilidad desploma mis prejuicios. Los horóscopos raramente aciertan y posiblemente la desafinidad de caracteres redundan en la química sexual.

La abstención sostenida pasó su factura de lujuria urgida. Hilarantes, vestidos y desinflados, Ximena me ayuda a restituir el orden de la oficina. Pretendo que el lunes mis estirados clientes no perciban el rastro del sexo. Si lo hacen, pues mejor. La genitalidad huele a dinero, poder, éxito. Prehistoria y tecnología se dan la mano. Los ambientes laborales siguen siendo excelentes predios de caza.

Si mis amigos –los auténticos zoaks– pudieran verme ahora, me arrebatarían sin confrontaciones la franquicia jamás otorgada. Patentes falsificadas de corso veredes, Sancho, que internet lo aguanta todo.